Comunicación efectiva para directores de Banda

La mano izquierda de un director y directora, más allá de la función comunicativa dentro de la mecánica de la dirección y demostrativa de una destreza argumentativa, es -simbólicamente- una de las herramientas en la comunicación no musical y, en ocasiones, ni siquiera verbal para un correcto funcionamiento de la Banda en términos de objetivación de resultados.

Como ya hemos comentado más de una vez, los directores y directoras estamos de paso. La Banda no nos pertenece. Tampoco a quienes les corresponde gestionarla desde los despachos en un determinado lapso – más o menos largo- de tiempo. Por ello, nuestra responsabilidad no es otra que la de llevar a cabo la misión de dejar una huella que permita un crecimiento de la Banda y su entorno incluso cuando ya no ostentemos su titularidad.

La educación, las buenas formas, la capacidad de escucha, la mediación,… son ítems básicos que no solo directores o directoras han de tener. Cualquier persona en el ejercicio de sus funciones laborales y sociales debería esforzarse por priorizar ante cualquier conato de cólera, sea esta leve o indómita.

Como ya hemos comentado más de una vez, los directores y directoras estamos de paso. La Banda no nos pertenece.

Nuestro cerebro dispara todo tipo de sustancias. Son los neurotransmisores que nos provocan o liberan de determinadas situaciones que, en apariencia, son automáticas e incontrolables. Cuando nos hallamos ante una situación estresante (opinión de un músico o directivo, una mirada que se nos antoja desafiante, si oímos hablar mientras estamos dando una explicación…) liberamos adrenalina que nos previene físicamente de un peligro (en términos antropológicos), de una amenaza.

La presión arterial se altera, la agudeza visual y respiratoria aumentan y se activan todos los sistemas de alerta. En función del perfil de cada director o directora, de su personalidad, de su capacidad de discernimiento de la realidad o de la idealización (en positivo o en negativo) de las experiencias durante un ensayo o concierto, la gestión de una situación de estrés será controlada o devendrá en diferentes grados de ira.

Por otra parte, neurotransmisores como la oxitocina, dopamina o serotonina, denominadas hormonas del placer o -incluso- del humor, se activarán en situaciones gratificantes como un buen resultado musical, un ambiente cordial en comunión con los músicos o una valoración positiva por parte de una personas a la que damos crédito.

Atender a esta diversidad será una de las primeras virtudes que todo director o directora deberán ostentar.

En realidad, el cerebro cuya función es únicamente la supervivencia sin más matices, sintetiza los diferentes neurotransmisores en una misma región por lo que, ciertamente, la distinción sensorial entre unos y otros, es puramente eventual.

Por lo tanto, la razón, entendiendo esta por una madurez intelectual, un compromiso con la serenidad, un bagaje reflexivo, una auto valoración basada en la objetividad -en suma- una liberación de los estereotipos y conductas sociales gregarias, nos puede hacer lúcidos en un momento donde se dispara el cóctel hormonal en nuestro cerebro, siendo conscientes del momento estresante y adelantándonos al mismo enviando una información inequívoca de control a nuestro cerebro minimizando el impacto químico de nuestra farmacia interior.

Así mismo, estas conductas pueden ser trabajadas atendiendo -sobre todo- a la diversidad del orgánico de la Banda. Más allá de la pasión por la música compartida, una Banda alberga una variedad de perfiles sociales, psicológicos y educativos dotándola de una maravillosa experiencia. Por ello, atender a esta diversidad será una de las primeras virtudes que todo director o directora deberán ostentar.

La escucha, más allá de lo musical, será uno de los primeros requisitos a trabajar. En la Banda podemos encontrar perfiles proactivos o reactivos, comunicativos o reservados, auditivos, visuales o kinestésicos, … por lo tanto, nuestro propio perfil (si realmente lo conocemos) no podrá ser en ningún caso metro para medir la conducta ajena.

Un músico que evita el contacto visual con nosotros, que no se comunica en las pausas o al acabar el ensayo, que reduce sus habilidades cuando nos fijamos en él o en ella, y toda tipología de situaciones que se dan en un ensayo o concierto, no significa per se que no valore nuestro trabajo, sencillamente o no tiene necesidad (nosotros tampoco deberíamos tenerla) de mostrarla explícitamente o, también, puede responder a un patrón de personalidad introvertido que no tenemos derecho perturbar.

Nuestro propio perfil (si realmente lo conocemos) no podrá ser en ningún caso metro para medir la conducta ajena.

No pocas veces ocurre que la comunicación no es efectiva por nuestro propio desconocimiento personal. Ser y parecer no es lo mismo aunque necesitamos parecer en determinadas situaciones para, como se ha dicho, poder gestionar explosiones abruptas no constructivas. Hablar más no es mejor (ni peor). Sonreír más no es mejor (ni peor).

Lo importante es alcanzar el conocimiento, la sabiduría que solo da el tiempo de estar lúcido en todo momento. No obstante, si bien el tiempo es un factor determinante, existe el acelerador del conocimiento y de la experiencia de quienes han recorrido el mismo camino que, con todos los matices, responde a los parámetros básicos de la convivencia humana.

Como directores y directoras tenemos nuestros tics de comportamiento. Los hay que inconscientemente se dirigen habitualmente y con más frecuencia a los músicos con quienes tiene una relación personal fuera de los ensayos. En otros momentos, puede caer en contrastar sus argumentos durante los ensayos con los músicos más profesionales.

Quizás, pueda resonar, una situación en la que músicos más alejados del podio tengan una comunicación escasa con el director o directora. Conviene, atendiendo a la diversidad aludida, poner el foco en todas y cada una de las personas que forman la Banda.

Teniendo en cuenta que la propia morfología del instrumento, la posición corporal que cada uno precisa para ser tocado, la situación en la sala de ensayo o concierto que ocupa cada músico, será determinante nuestra flexibilidad comunicativa toda vez que la percepción que tiene cada músico desde su lugar es diferente y no siempre cómoda para una comprensión de nuestro trabajo mecánico, argumentativo y expresivo.

La Banda como Ser precisa de profesionales de la batuta comprometidos no solo con la música sino con la diversidad y con la formación excelente. Así, se alcanzará un desarrollo verdaderamente competente en nuestras Bandas.

Juan F. Ballesteros
„Cómo dirigir una banda y no morir en el intento»
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