La estrategia del caracol
Los caracoles no tiene cerebro, tan solo dos de ganglios cerebrales que les son útiles para desplazarse y comer; no para procesar información compleja. Podríamos decir que no son muy listos, pero tampoco lo necesitan para sobrevivir. Quizás son la quintaesencia de la felicidad. Unas gotas de rocío y una hoja verde y fresca y alcanzan el nirvana. Pero no todo es perfecto y, en ocasiones, se ven en apuros difíciles de resolver. Como los humanos.
A los caracoles les pasa como los aviones. No tienen marcha atrás. Solo avanzan, solo suben. Pero no saben bajar. Es habitual observar troncos de árboles, postes, paredes o cualquier otro tipo de superficie vertical llena de caracoles. La mayoría muertos. Subieron cuando los encontraron húmeros pero sin más criterio que el que sus pobres ganglios les dictaron, dado que desde el suelo no podían vislumbrar una posibilidad de una hoja de lechuga, entre otras cosas porque no la había. Aún así, les bastó una superficie acuosa para precipitarse a ninguna parte.
Esta estrategia fallida es propia de quienes pretenden medrar (ahora hablo de los humanos) en su emprendimiento, esa forma de auto-esclavizarse si no se realiza con juicio, estrategia y planificación. ¿A dónde se dirigen todas esas personas que acaban por fracasar (entendiendo el fracaso no como el aprendizaje que realmente es sino como una cancelación de objetivos). Quienes no logran, no valoran ese aprendizaje por lo que vuelven una y otra vez a subir paredes que no llevan a ninguna parte. Son muchos los emprendedores que sin un plan avanzan hasta arruinar toda posibilidad de mejora, abandonando mucho antes de encontrar las claves del éxito (sea lo que para cada cual sea el éxito).
La intuición no deja de ser, en el estrato animal, una repetición social insertada en el acervo colectivo. Si todos suben el truco, yo también (hago una transcripción básica de la información emitida por los ganglios . Al igual que nuestros moluscos gasterópodos, los humanos con más ambición que estrategia, perecen rápidamente en su intento de obrar como la masa, ya que son muy pocos los que consiguen sus objetivos (personales, laborales o sociales) y son, precisamente, los que cuando todos hacen zig, hacen zag.
Juan F. Ballesteros
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