Las excusas no generan oportunidades

Como músicos nos vemos enfrentados en numerosas ocasiones con el poderoso y enérgico devenir del tiempo. Los plazos, las cuentas atrás, los compromisos sociales, los conciertos, ensayos, clases… un torbellino casi infinito de acciones que hace que nuestra agenda nos pida un respiro. La acumulación de estos ítems  provoca el despertar de nuestro estrés que nos aleja del propósito si no somos capaces de ordenar todo aquello que hemos decidido hacer. Porque, no nos engañemos, no tenemos hacer nada que no queramos ya que tenemos todas las posibilidades, herramientas, conocimientos a nuestro alcance como para emplear nuestro preciado tiempo en el magma de la infelicidad.

Sin una visión clara de qué queremos hacer (y qué no queremos hacer) difícilmente podremos ordenar nuestra vida y el equilibrio entre lo laboral y lo lúdico, si es que no se ha logrado el máximo objetivo de que aquello en lo que trabajemos nos proporcione altas cotas de satisfacción sin que tengamos que hacer la separación entre la obligación y la devoción. 

¿Te imaginas que en tu vida fuese lo mismo? La visión nos proporciona el elemento motivador (de motivación: moverse hacia la acción) hacia el que dirigirnos. No obstante, la mayoría de los músicos no ha hecho todavía la reflexión sobre las alternativas que ofrece su conocimiento y formación y que las limitadas posibilidades que históricamente nos han contado son solo eso, limitadas. Hasta ahora, todo ha basculado entre la formación y la  plaza por oposición. Teniendo en cuenta que a corto plazo las oposiciones van sencillamente a desaparecer, es hora de despertar.

No tenemos hacer nada que no queramos y tenemos todas las posibilidades, herramientas, conocimientos a nuestro alcance como para emplear nuestro preciado tiempo en el magma de la infelicidad.

Una vez tenemos clara la visión de aquello que desde el corazón queremos proyectar tenemos la misión de ejecutarla y llevarla a término. La misión no debe ser otra que ofrecer el máximo valor a aquellas personas (otros colegas de profesión, estudiantes, público, …) que puedan albergar algún interés en alguno de los aspectos a los que nos dedicamos. Teniendo en cuenta que la mayoría de los músicos no están satisfechos con su vida y con su condición laboral, ¿cómo vamos a despertar interés en los demás?

Teniendo en cuenta que a corto plazo las oposiciones van sencillamente a desaparecer, es hora de despertar.

Por otra parte, obvio es decirlo, ni en el mejor de los casos somos objeto de interés en todo aquello que acometemos. Pero sí hay una certeza absoluta y matemática de que por tangencial que fuere, siempre habrá quien tendrá un interés profundo por alguna de las actividades que realizamos. La misión no es otra cosa que encontrar a esas personas, ese micro-nicho de interés y darles aquello que buscan.

Puede ser nuestra forma de procesar el conocimiento de una partitura, pueden ser nuestras declaraciones en un medio de comunicación, la opinión que compartimos en un blog, la forma que hemos encontrado de limpiar un instrumento, nuestra en el fiato en notas largas, el eBook que sobre algún aspecto de nuestra especialidad hemos escrito, el uso motívico en una composición, nuestra capacidad de comunicación para hablar de la obra que estamos interpretando,  la forma y uso en que tomamos en la mano una batuta, cómo entendemos la afinación, los videos que compartimos de nuestros ensayos, la interpretación de un pasaje y sus alternativas expresivas, … son tantos los elementos constitutivos de nuestro talento que ofrecerlos en ni somos conscientes. Jamás fue tan fácil ofrecer tanto. Por eso, es esencial enfocar en alguno de los aspectos que dominas, en los que eres experto o experta. Porque desde ahí, querrán saber más de ti y encontrarán otros talentos.

Por otra parte, obvio es decirlo, ni en el mejor de los casos somos objeto de interés en todo aquello que acometemos. Pero sí hay una certeza absoluta y matemática de que por tangencial que fuere, siempre habrá quien tendrá un interés profundo por alguna de las actividades que realizamos.

Para llevar a cabo este proceso desde la visión hasta la misión solo necesitas más valor y menos excusas. Las excusas son las piedras que solo tú te pones en tu camino. Si anteponemos la excusa a la proacción, entramos en un bucle de autocomplacencia que nos hace creer que tenemos razón y no hada peor que un necio convencido de estar en posesión de la verdad.

Independientemente de ello, lo que sin duda provoca es un rechazo hacia nuestra credibilidad. Si un músico no es capaz de poner orden en su agenda, no es un buen músico puesto que siempre creará desazón en quienes le rodean profesionalmente. Si un músico no prioriza lo importante según su visión, no es un buen músico porque se estará engañando a sí mismo. Si un músico no antepone sus deseos a la expectativas ajenas, no es un buen músico puesto se estará alejando de lo que verdaderamente es.

La excusa, además, aboca irremediablemente hacia una conducta lastimera, quejumbrosa o de constante aflicción. En ese lugar nada bueno puede producirse. Más allá desearte mejora, no encontrarás mucha más empatía por parte de tus interlocutores. La respuesta al estímulo de la lástima es la indiferencia y no porque el mundo sea injusto sino porque el mundo, para sobrevivir, necesita seres vivos, no cadáveres despiertos.

La naturaleza ofrece numerosos ejemplos como cuando en una camada de gatitos, uno de ellos es rechazado por su propia madre puesto que da pena en el sentido que no sabrá valerse por sí mismo por algún defecto, en este caso físico. Los humanos no rechazamos (o no deberíamos) rechazar a nadie por un canon físico diferente pero lo hacemos hacia un canon de pensamiento empobrecido. Nadie que anteponga sus problemas (sus, de suyos) a su visión y su misión como músico logrará el éxito.

Y el éxito, sencillamente, es la capacidad de darse la libertad de elegir la felicidad.

Marketing elemental para músicos expertos
Juan F. Ballesteros